domingo, 15 de noviembre de 2015

Capítulo 7 :: Esas viejas glorias del ajedrez, o Tartakower

Caballo a f3. Salta el caballo blanco por encima de su fila de peones, quienes, al inicio de la partida, todavía son legión. Ninguno de los ocho peones ha sido diezmado. Los peones observan cómo salta por encima de ellos al caballo, que de esta forma se les adelanta y aproxima al centro del tablero. El caballo atisba el centro, lo avizora de reojo. Ojo hirsuto de caballo saltador. Caballo a f3 como una de las variantes principales de la apertura inglesa que vamos viendo. La apertura inglesa o el hipermodernismo ajedrecístico en el que destacaba un ruso-judío-polaco, Savielly Tartakower.

Tartakower nació a orillas del río Don, en el sur de todas las rusias. El Don apacible siempre acaba desembocando en el mismo mar, el mar de Azov, ese apéndice deducido del mar Negro. Junto al Don, pues, nació don Tartakower, en la antigua región de Khazaria o Jazaria, ese reino judío que se estableció en el límite de la Europa oriental durante la alta edad media. Los jázaros fueron un pueblo de lengua y raza turca. Los jázaros se convirtieron al judaísmo más por interés que por fe. Convirtiéndose al judaísmo se mantenían neutrales en la guerra entre Bizanzio y el islam. Así que desde el interés, o el espíritu de superviviencia, llegaron al judaísmo. De Jazaria provienen los actuales azkenazíes que constituyen las cuatro quintas partes de todos los judíos del mundo. Y entre ellos, Savielly Tartakower.

No eran buenos tiempos, ni tranquilos, los finales del siglo diecinueve para vivir en Rusia. Así que antes de que doblara el siglo, en 1.899, la familia de Savielly (o Xavier) se trasladó al corazón del imperio austrohúngaro. En Viena conoció los tableros o profundizó en ellos. Se mezclaba en los cafés con ajedrecistas austrohúngaros. Ganaba a casi todos menos a Richard Réti.

Hubo la guerra mundial y la convocatoria a filas. Y hubo, tras la guerra, el exilio a París.

Polonia acababa de constituirse en Estado independiente. Y la familia de Tartakower era de origen ruso-judío-polaco. Así que Polonia, deseante de figuras y renombres, nombró a Savielly embajador honorífico. Savielly se dejaba querer. Después de tantas emigraciones se echaban de menos unas ciertas raíces.

En 1.924 publicó "El juego de ajedrez hipermoderno". Durante los cien años siguientes (o casi) se lo reeditaron cien veces. Tartakower, el ruso-judío-polaco, era culto, agudo e ingenioso. Cuando perdió con el cubano Capablanca, éste le reprochó: “A usted le falta solidez”; a lo que Savielly respondió: “Ésa es mi virtud salvadora”. Igualmente decía que “un peón aislado dispersa tristeza por todo el tablero”, o que “los desatinos están ahí en el tablero, listos para ser cometidos”, o “el ganador de la partida es el jugador que comete el penúltimo error”, o finalmente,  “táctica es saber qué hacer cuando hay algo para hacer; estrategia es saber qué hacer cuando no hay nada para hacer”. En fin, Tartakower o la vida.

Tartakower ganó torneos internacionales de ajedrez. Venció en el cuadrilátero blanquinegro a Nimzovitsch, Bogoliúbov o Akiba Rubinstein. Luego participó en olimpiadas, en una de las cuales estaba, en 1.939, en Argentina, cuando empezó la segunda guerra mundial. Tartakower cruzó el Atlántico y se unió a las tropas del general De Gaulle. Tartakower combatía en los tableros y fuera de ellos también. Tartakower en el tablero del campo de batalla, donde, en la guerra motorizada que se venía desarrollando en Europa, ya quedaban pocos caballos que mover. 

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